Con más riqueza per cápita que Suiza o Estados Unidos, Qatar es uno de los mayores exportadores de gas natural licuado del mundo, uno de los recursos más apetecidos por Europa tras la crisis con Rusia.
Con menos de 3 millones de habitantes, QATAR, se ha vuelto un país crucial para Europa en su frenética búsqueda por reemplazar las importaciones energéticas rusas.
Junto a Australia, este pequeño país de Medio Oriente es el mayor exportador de gas natural licuado (GNL) del mundo y un potencial aliado comercial para los países de la Unión Europea, que hasta ahora cubren cerca del 40% de sus necesidades gasíferas desde el mercado ruso.
Esa dependencia energética entre Europa y Rusia no había sido un gran problema hasta que en febrero el Kremlin decidió invadir Ucrania, haciendo que la relación comercial se vuelva cada vez más insostenible.
Europa ya ha comenzado a firmar acuerdos a largo plazo para aumentar las importaciones de gas desde otros países, pero esa no es una solución suficiente para compensar la potencial pérdida de importaciones de gas ruso.
Recientemente el ministro de Economía, Robert Habeck, pidió medidas sin precedentes para disminuir la dependencia y contrarrestar lo que considera como un «chantaje energético del Kremlin».
Es que no basta con que Alemania reciba barcos con gas natual licuado (GNL) desde otras latitudes, puesto que necesita construir las instalaciones para procesarlo, un plan que puede llevar de tres a cinco años, según los cálculos del gobierno.
Pese a las dificultades logísticas y dada la premura de las circunstancias, Habeck ha dicho: «Tenemos que intentar lo impracticable».
Y el país puso el acelerador a fondo con la aprobación de recursos para conseguir terminales flotantes de GNL, que tienen la capacidad de recibir el producto desde lugares tan lejanos como EE.UU. o Qatar.
Así es como Qatar entra en una buena posición a la mesa de negociaciones tras el inicio del conflicto bélico, justo en un momento en que ya había realizado importantes inversiones para aumentar la producción y la infraestructura gasífera.
Fuente: El Comercio.